Dar clase en 2º de bachillerato y querer innovar no
es nada fácil. En muchas ocasiones, el primer obstáculo lo ponen los
propios alumnos, que dudan de la eficiencia de la actividad y
preguntan hasta la saciedad cuánto les va a puntuar, o si les servirá para
subir la media.
Aun así, éste es el segundo año en que, para
relajar el ambiente tenso de la clase y buscando un fin didáctico, les he
ofrecido hacer mapas mentales a
partir de los contenidos explicados en literatura.
Una de las cosas que más me atrae es que, durante los días en que estamos enfrascados con esta actividad, lo normal es llegar al aula y encontrarlos trabajando. Sin tener que organizarlos ni decirles nada. Por su parte, ellos afirman que les resulta útil como herramienta de estudio. Por ahí parece que todo va bien. Podríamos matizar si realmente es estudio (como sinónimo de aprendizaje) o más bien memorización.
Y éste es uno de los aspectos negativos con los que me encuentro. En general, les cuesta muchísimo trasladar a imágenes la información que han recibido.
De hecho, cuando tienen que exponer, la mayoría repite de memoria las palabras que aparecían en el libro. Pocos explican el significado de los dibujos o de las fotos que han elegido para representar las características de un movimiento, por ejemplo. O si los corriges o interrumpes, se ponen nerviosos y pierden el hilo…
Quizá dos años intentándolo con los más mayores de
la etapa no son suficientes, pero la verdad es que me pregunto hasta qué punto estamos
educando a jóvenes críticos y creativos, o más bien, con la
obsesión de las pruebas de acceso, los convertimos en meros repetidores de
señales.
En las diversas plataformas que
ofrecen y explican cómo hacer un mapa mental podemos
encontrar términos como: conectar, aprender de forma activa, imaginar,
interiorizar, visualizar… Pero la realidad es que luego las acciones se
reducen a las de siempre: almacenar, repetir, volcar y olvidar.
¿No deberíamos acostumbrarlos desde bien pequeños a
utilizar adecuadamente estos recursos? ¿Tendríamos
que estar mejor preparados los docentes para saber aprovechar las herramientas
que se nos ofrecen como camino hacia el pensamiento productivo?
No sé en qué momento empiezan a perder la
imaginación y la creatividad, pero cualquier
prueba que se base en la repetición y en la memorización ayuda a acabar con el
maravilloso mundo de las ideas.
Por Lola Moreno Lozano
Por Lola Moreno Lozano
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